sábado, 8 de agosto de 2009

Periodistas en vías de extinción
Por Carlos Santiago

"La gente se pregunta a menudo sobre el papel que desempeñan los periodistas. No obstante, los periodistas están en vías de extinción. El sistema ya no quiere más periodistas. En este momento, puede funcionar sin ellos o, digamos, con periodistas reducidos a meros obreros de una cadena de montaje, como Charlot en la película "Tiempos Modernos", es decir, meros trabajadores que hacen retoques en los partes de los funcionarios”.
Ignacio Ramonet (1)
La frase que antecede no provoca mayor optimismo a quienes, como quien escribe estas líneas, dedicaron su vida a una profesión-pasión, más que difícil, con sinsabores que, también, implican una forma de vida, abriendo las vías a un muy escaso halago social, pero también a la persecución (de la que podemos dar fe) y a la agresión que se expresa de muchas maneras. Una profesión que se ha definido como la más peligrosa, en la que también hay actores circunstanciales que actúan en la misma y muchas veces se mantienen en sus cargos por su condición de ser simples “mensajeros del zar“, función que nada tiene que ver con el periodismo en donde pululamos “jerarquizados protagonistas“ de una sociedad que nos valora, no por nosotros mismos, sino por el instrumento que tenemos circunstancialmente en nuestras manos.
Cuando ocurren en nuestro país cosas inadmisibles para una sociedad madura, como la remoción de programas por el hecho de haber “tocado” a personajes con poder (2), es bueno hacer una pausa y reflexionar sobre esos elementos que están entrelazados los que conforman, valorizan o destruyen aspectos inalienables de una profesión que solo tiene sentido en el marco de la democracia y la libertad, valores que todos debemos defender pues, de lo contrario, no podrían existir como tales.Ser periodista no es ser amanuense del poder, y menos aún debe convertirse en un “tirador de centros” para que los personajes se luzcan sobrellevando las entrevistas sin alternativas que no les sean positivas. Tampoco es ser un crítico implacable, un personaje que haga temer por sus palabras. Ello es bien claro, pues en definitiva, la información nada tiene que ver con la propaganda. El periodismo de investigación y sus resultados, por más que sea negativo en ocasiones para algunos personajes, es una necesidad para la sociedad que avanza o retrocede en sus valores y, para que ello sea posible, requiere de normas claras que vayan en defensa de los actores que no deben estar expuestos a las lamentables claudicaciones de empresas que usufructúan ondas del Estado, las que enfrentadas al conflicto cortan siempre por el lado más débil, el del periodista.Y menos aún de organismos públicos, plagados de jerarcas temerosos en su soberbia, que en lugar de abrirse a las necesidades informativas del conjunto de la sociedad, prefieren una melindrosa actitud, negándose a las consultas, intentando preservar una intimidad institucional que nada tiene que ver con la función pública y menos aun con su condición de integrantes de un gobierno elegido sobre la base de mecanismos democráticos. Actitud que, como copia lamentable, se repite en otros sectores de la sociedad, que han comenzado a excluir a la prensa de actos, sin siquiera advertir que la falta de información que esa actitud determina, los malogra. Por otra parte muchos errores informativos que se cometen son el resultado de esa posición de los jerarcas que prefieren el silencio a la aclaración, rehuyendo siempre la confrontación de ideas cuando no, en un plano más reducido, de informaciones.Los espacios cambiantesUna profesión, la de periodista, que además de tener que ir adaptándose a las condiciones cambiantes del mundo, que si bien avanza en lo que ha dado llamarse las "nuevas tecnologías", un ámbito que concierne directamente a esta profesión, no ha logrado cambiarla en su esencia de informar a quienes tienen el derecho inalienable de conocer. Sin embargo, como decimos más atrás, las puertas se fueron paulatinamente cerrando y los comunicadores estamos siendo presionados para convertirnos en meros trasmisores de hechos sin interpretar.Ramonet define la profesión de periodista afirmando: "Teóricamente, hasta ahora, se podía explicar el periodismo de la siguiente manera. El periodismo tenía una organización triangular: el acontecimiento, el intermediario y el ciudadano. El acontecimiento era transmitido por el intermediario, es decir, el periodista que lo filtraba, lo analizaba, lo contextualizaba y lo hacía repercutir sobre el ciudadano. Ésa era la relación que todos conocíamos. Ahora este triángulo se ha transformado en un eje. Está el acontecimiento y, a continuación, el ciudadano. A medio camino ya no existe un espejo, sino simplemente un cristal transparente. A través de la cámara de televisión, la cámara fotográfica o el reportaje, la mayoría de los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) intentan poner directamente en contacto al ciudadano con el acontecimiento".¿Entonces? ¿Cuál es el sentido de la profesión de periodista ante la definición, casi apocalíptica, del director de Le Monde Diplomatique? Nosotros apuntamos, claro está, a consolidar elementos sin los cuales nuestra profesión no tendría sentido, que son las libertades democráticas, todo eso bañado con un fuerte contenido humanista. Y esto dicho de manera responsable. Vivimos en un sistema de producción superabundante de informaciones. Lo podemos observar en los distintos medios a nuestro alcance: los escritos, los radiales que tienen la singularidad de su profundidad y extensión que atrapa en cualquier lugar al escucha, la televisión, que, con el fenómeno del "cable" y los satélites, reproduce en tiempo real hechos que se producen en cualquier lugar del planeta, y el avance que arrollador de la prensa electrónica, mecanismo novedoso y con un crecimiento vertiginoso y exponencial. ¿Qué significa esto en la práctica? Durante mucho tiempo, la información era muy escasa o incluso inexistente y el control de la información permitía dos cosas. En primer lugar, una información escasa era una información cara, que podía venderse y dar lugar a una verdadera fortuna. Por otro lado, una información escasa proporcionaba poder a quienes la poseían. En un sistema en el que la información es superabundante, resulta evidente que estas dos consideraciones sobre los beneficios de la información no actúan de la misma manera.¿Que relación, entonces, se establece entre libertad e información, cuando ésta es superabundante? Ramonet entiende que si un sujeto dispone de información cero, entonces su nivel de libertad es también cero; y su nivel de libertad sólo aumenta a medida que crece su información. Si tiene más información, tiene más libertad. Cada vez que se añade información, se gana en libertad. En nuestras sociedades democráticas, se tiene la idea de que necesitamos más información para poder tener más libertad y más democracia. ¿No habremos alcanzado ya un grado de información suficiente? ¿No estaremos estancados? Es decir, no por añadir información, aumenta la libertad.

Sin embargo, en nuestra pequeña comarca esa polémica es de actualidad dudosa. Aquí todavía la información tiene restricciones de todo tipo, que se han ido acentuando con el paso del tiempo por el crecimiento de prácticas del modelo económico que se aplicaron, tendientes al encubrimiento, por ejemplo, de la procedencia de flujos de capitales. El proclamado "secreto bancario", no es más que una fuerte restricción a la información que estableció la legislación que enmarca al sistema financiero, con el fin de encubrir el origen de capitales, y su procedencia presumiblemente dudosa. ¿Qué otro sentido tiene esa restricción? En el Uruguay, hoy por hoy, es prácticamente imposible establecer el enriquecimiento ilícito de un funcionario o de un gobernante, pues con el simple mecanismo de depositar el dinero en un banco, tiene la impunidad del secreto bancario.El "secreto bancario" se estableció en nuestro país con el fin convertir nuestra plaza en una especie de "paraíso fiscal", facilitándole especialmente a argentinos depósitos de procedencia inconfesable. La idea original fue convertir a nuestro sistema financiero en una especie de "caja negra" que encubría “maniobras” que ocurrieran fronteras afuera. Claro, hoy el mundo ha cambiado y la índole de “paraíso fiscal” no es bien vista en el mundo. No se ve hoy la necesidad de un secreto de esas características para los depositantes que lícitamente hoy buscaron en nuestro país mejores condiciones para su dinero. Por lo demás las medidas adoptadas por el Banco Central sobre el análisis de la procedencia de activos desalentaron muchas operaciones de poca claridad. Pero además, el mecanismo, estuvo en la base misma de la crisis que afecto a nuestro sistema financiero en el año 2002, cuando los “inversores” de la vecina orilla de un día para el otro retiraron su dinero de dudosa procedencia de nuestro sistema financiero. Hoy las cosas están claras, Uruguay ha puesto las normas en su lugar, existen mecanismos de consulta e información y se puede decir que el “secreto bancario” es una rémora del pasado.
Supervivencia de la burocraciaPero ello no es lo único. También en el ámbito público existieron restricciones a la información. La burocracia estatal demostró como, por razones culturales y también de supervivencia, se mantuvo un secreto pesado, amorfo y casi siempre infranqueable sobre documentos que contienen información que debiera circular sin cortapisas. Secreto, por supuesto, que también permite distorsionar la vida de la comunidad y encubrir en casos extremos la corrupción y delito.
Esa distorsión contra la cual fue muy difícil luchar hasta que comenzó a establecerse un mecanismo idóneo de "habeas data", que le otorgó a los ciudadanos el derecho inalienable de conocer lo que contienen documentos por lo menos sobre su persona - para utilizar un ejemplo extremo pero vigente - que fueron atesorados y utilizados hasta hace poco para una enormidad de trámites burocráticos, algunos de corte antidemocrático. Aunque parezca insólito en un país en que se reconquistó la democracia, hubo ministerios que manejaban en la más absoluta reserva ficheros elaborados en tiempos de la dictadura qué harían conocer antecedentes añejos, pero decisivos, que podían ser tomados en cuenta en trámites que afectaron a personas ¿No es paradigmático el caso de la fiscal que proceso al ex canciller de la dictadura? ¿No se mantienen todavía bajo las siete llaves de la reserva los archivos de la dictadura que fueron hallados en los Ministerios de Defensa e Interior? ¿No debería abrirse una instancia para que los involucrados en esos expedientes tuvieran acceso a los mismos?La libertad y la informaciónUruguay es un país con características propias. Mantiene restricciones que niegan el sentido mismo de la libertad a la información, pero a la vez - con el avance de los medios electrónicos - al integrarse al fenómeno de Internet, tiene una creciente superabundancia de la información. ¿Aumenta ello la libertad del individuo? Es una interrogante con respuestas dudosas, ya que con esa superabundancia nos encontramos en una época en la que aumenta la confusión. La cuestión que se plantea es si se continúa añadiendo información, ¿no acabará disminuyendo la libertad? ¿Adónde vamos con esta interrogante? Con el advenimiento de la televisión por cable, o en sus versiones más actualizadas, por satélite, el flujo informativo es de tal característica, que ya es prácticamente imposible evitar el demoledor influjo cultural de otras sociedades sobre la nuestra. Formas de vivir, mecanismos para la imitación social, paradigmas a los que acercarse o desechar. Todos elementos esenciales para la existencia, que en el camino globalizador de las nuevas tecnologías, se han ido trastocando, con aspectos positivos pero con otros negativos. Pero, ¿quién tiene el derecho de cerrar los grifos del mundo a nuestra sociedad? Siempre hemos hablado de los paradigmas de hoy, vinculados más bien al atesoramiento de dinero, desapareciendo otros valores. Beethoven, quizás hoy en nuestra sociedad, pasaría desapercibido o sería señalado como un genio marginado del esquema de convivencia. Y no vayamos a esos extremos: ¿Qué consideración social tiene hoy el buen padre de familia, trabajador o quizás desocupado, que hace de la austeridad su forma de vida? Son los males inevitables de la globalización, de la cultura del dinero, que le da más importancia al flujo de capitales oportunistas que al éxodo de jóvenes que, por miles, debieron asilarse en otras regiones del mundo y que hoy, en alguna forman, regresan. Sin embargo no nos parece que las bases del fenómeno no se repitan cuando desaparezca la crisis del sistema. Al plantearnos estas cuestiones, muchas de ellas de estricta actualidad, debemos decir que no tenemos el convencimiento de que una información de tipo cuantitativo resuelva los problemas planteados.Pensamos, por lo tanto, que la información debe tener siempre algún elemento cualitativo, el que le da el periodista. Y ello superponiéndose a otros dos aspectos, que son un basamento esencial del periodismo: credibilidad y fiabilidad. Por muy abundante que sea una información, lo que más debe interesar es que la misma sea creíble y fiable y, por tanto, debe desecharse la que no tenga un mínimo de garantías relacionadas con la ética, la honestidad, la deontología o la moral de la información.Los medios ya no pueden presentarse simplemente como un ojo que observa y analiza a la sociedad. Esta metáfora puede aplicarse hoy a pocos medios de comunicación, que han dejado de tener esa característica propia de un instrumento óptico para convertirse, como decimos anteriormente, en un cristal que apenas se percibe, a través del cual se trasmuta, sin mayor análisis, lo que ocurre en la sociedad. Todo el mundo los ve y todo el mundo sabe de alguna manera que no son perfectos. La gente espera de los medios que hagan también una autocrítica, que se analicen a sí mismos. De la misma manera que los medios pueden ser exigentes con tal o cual profesión o sector, ¿por qué no lo son con ellos mismos? Eso es algo que nosotros intentamos. Ustedes, los lectores, son nuestros jueces.


(1) Director de Le Monde Diplomatique.(2) Canal 12 de Montevideo sacó del aire el programa « lanata.uy », que dirigía el periodista argentino Jorge Lanata.

Carlos Santiago. Fecha de Nacimiento: olvidada. Profesión: periodista . Una persona que quiere estar comprometida con la libertad y particularmente la que me "impongo en cada una de mis notas periodísticas" En verdad, un verdadero dinosaurio, tímido, vicioso y apasionado. Como escritor me gusta volar, caminar por un mundo imaginario, en el que me sumerjo con pasión, involucrándome con mis personajes que, generalmente, me llevan de un lado al otro sin respetarme en lo más mínimo.

De Montevideo.com

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